Por: César Blanco
CM Fide y GM Postal
En 1966 el ajedrez mundial era dominado por los soviéticos en medio de la guerra fría. Tigran Petrosian era el campeón mundial desde 1963 y aún estaba “en desarrollo” la amenaza de Bobby Fischer de retar al campeón mundial.
Mi padre, periodista de “el imparcial” en aquella época, era apodado “el patojo de la prensa”. Era muy apreciado, pero padecía problemas serios de salud desde muy joven, a tal punto que en 1964 se hizo una colecta en los medios de comunicación para poder pagar una cirugía en Houston que le diera más tiempo de vida. Sería uno de las primeros en colocarse una válvula que ayudaría a su corazón.
Mis primeros recuerdos datan de cuando vivíamos en la zona 6, muy cerca de la calle Martí, creo que era entre la 14a y 13a avenida. Aún se podía ir a jugar en los “grandes” campos de la zona 6. Recuerdo pasear con mis dos hermanos y mi hermana por el barrio y en las “montañas” del campo resbalarnos con los cartones que conseguíamos en las tiendas.
En algún momento, jugando en el campo que daba a la par de la casa (hacia abajo había un pozo donde recuerdo se podían encontrar sapos entre otras cosas) vi a mi padre jugar algo en un tablero y unas figuritas. Lo hacía de vez en cuando con Don Berna, un vecino al que le teníamos mucho aprecio. Nunca pregunté de que se trataba, quizás por falta de confianza con mi padre. Su enfermedad y trabajo lo mantenían fuera de casa. La relación con mi madre era muy cercana. Fue una mujer dedicada a su familia.
Lo que si es cierto, es que quedó fija en mi mente la curiosidad por esas figuritas de madera.
En 1969, ya nos habíamos mudado a la zona 1, vivíamos por el tuerto, aunque aún continuábamos estudiando en el colegio Teresa de Ávila en la zona 6. Allí había estudiado toda la primaria y el colegio era famoso por patrocinar un equipo de ciclismo de buena calidad. Aún recuerdo ver llegar al colegio a ciclistas como Mario Nufio o el mismo Saturnino Rustrián.
Es en noviembre de 1969 que mi padre fallece a los 34 años. Su corazón y las complicaciones lo vencieron. Para mi madre fue muy difícil y hubo que hacer muchos cambios y ajustes. El cambiarnos a instituto público fue uno de esos cambios.
Por alguna razón, quizás porque mi padre era periodista, leíamos los periódicos que llegaban a casa. Recuerdo empezar a leer sobre Fischer allá por 1970. Decían que era la esperanza del mundo occidental de quebrar la hegemonía soviética en el ajedrez.
Recordé entonces las famosas figuritas de ajedrez. Era el mayor de mis hermanos con 11 años y ellos hacían usualmente lo que les “sugería” jugar. No sé, si había Olimpiadas o un mundial de futbol, había que jugar algo relacionado. Si veíamos una película de miedo, había que jugar de espantos. La caja con las figuras de ajedrez había quedado guardada en el closet de mi madre. Sabía dónde estaba el tesoro.

Un día, mi madre salió a realizar mandados. Era el momento de sacar esas piezas. ¿Qué hacer con ellas? ¿Cómo se jugaba ese juego?. La solución, por deducción o lógica, estaba en el periódico, en la columna del maestro Guillermo Vassaux. Allí podíamos intentar descifrar las jugadas, la forma de juego.
Así empezó la captura de Caissa de un peón más. Al principio, las torres “volaban” sobre los peones, pero algo no hacía sentido con la notación del periódico. Seguro hubo investigación. Luego supimos que las piezas, con excepción del caballo no podían pasar encima de los peones.
Mi abuelo, que fallecería apenas un par de años y medio después de mi padre en 1972, nos daba 5 centavos a la semana. Con eso pude ahorrar para buscar algún libro de ajedrez. El primero fue “ el triunfo de una obsesión”. La historia de Bobby Fischer contada por Luciano W. Cámara. Lo leí infinidad de veces.
En 1972, el match de Fischer y Spassky despertó la furia del ajedrez de lleno en mí. Obligaba a mis hermanos a jugar torneos de ajedrez en 1973 y 1974. Gané todos los torneos con excepción de uno. Mi hermano Ahmed al ganar el evento estaba feliz pero yo, ingrato, rápido dije que había que jugar una revancha. Anotaba las partidas. Algunas veces decidí ir al parque Minerva. Primero íbamos a ver beisbol porque el tío Frankie jugaba allí. Luego por el ajedrez.
En 1974 aparece el club Cafedrez en la 11 calle de la zona 1. Empecé a asistir. Allí recuerdo haber enfrentado por primera vez al futuro MF Gustavo Juárez. Ya siendo alumno de magisterio del Rafael Aqueche decidí estudiar ajedrez 3 o 4 horas diarias en 1974 durante las vacaciones. Luego decidí ir a la Federación nacional de ajedrez y empezar a jugar ajedrez por correspondencia . El resto es otra historia…